sábado, 21 de marzo de 2020

Yo quiero compartir con vosotros un caso que me ronda la cabeza desde el inicio de esta situación y, reconozco que me preocupa: Los/las drogadicto/as. Hay un chico creo que joven pero muy envejecido, creo que de etnia gitana por el color de su piel, que desde hace años ronda por mi barrio ofreciendo claveles chuchurríos o cualquier otra chuminá a cambio de unas monedas para pagarse la droga. Siempre es educado y amable y a mí me inspira una ternura especial porque cuando mi hija era muy chiquitita él le regaló un clavel sin esperar a que le diésemos nada, Fue un acto de generosidad enorme porque ese clavel era el medio para pagarse ese demonio que lo posee y lo domina. Sin embargo, antepuso hacerle el regalo a esa enfermedad que lo devora. Estoy segura de que él no se acuerda de este gesto. Yo nunca daba dinero a nadie porque siempre me he negado a financiar la autodestrucción de la gente pero, a partir de ese momento, cada vez que lo veo le doy algo con la mejor de mis sonrisas y todo mi cariño aunque no se lo diga. En los primeros días de esta situación, justo entre que ya se sabía que nos íbamos a tener que confinar y que aún no se había decretado el estado de alarma, se lo encontró un familiar mío deambulando por la calle como perdido y le pidió dinero diciéndole que, como no había nadie por la calle, no había conseguido ni un céntimo, que un chino le había prestado 2 o 3 euros justo antes de cerrar pero que no sabía qué iba a hacer. Este colectivo es especialmente vulnerable por la debilitada salud que tienen y por la dependencia que tienen que les hace preferir una muerte segura a prescindir de ella. Ellos el confinamiento puede alcanzar la magnitud de una auténtica tragedia en estos casos. Hay gente cuyo corazón no se merece las circunstancias en las que ellos mismos o la vida les ha puesto. Amparo

No hay comentarios:

Publicar un comentario